Liderazgo en un contexto global
20/05/2024 - Recursos humanos
La competitividad empresarial es imprescindible para el éxito de una organización. Ser competitivo requiere atender las necesidades sociales y saber anticiparse a las dificultades. Para ello, estar atento al presente, escuchar activamente y ser resolutivo son cualidades deseables en todo líder. Las grandes empresas tienen al frente mentes creativas, que impulsan y dan energía a un equipo de alto rendimiento. Ejercer un liderazgo comprometido implica que las personas que trabajan tengan claros sus objetivos, los procesos, las estrategias y las herramientas a su disposición. Pero hay algo que no puede faltar en esta ecuación: la empatía con el equipo, es decir, la calidad humana, porque no se trata solo del tipo de organización que se lidera o del giro empresarial, sino de la manera en que entablamos comunicación con los demás y transmitimos nuestras ideas o nuestros ajustes. Del tipo de liderazgo dependerán los resultados a largo plazo y la competitividad que logre una empresa. ¿Cómo podemos definir entonces el liderazgo y cuál se adapta mejor a nuestros tiempos?
Tipos de liderazgo
“Liderazgo” tiene larga data. En la antigua China se hablaba de las cualidades de un buen dirigente, Sun Tzu plantea la dirección militar como un conjunto de estrategias bajo un profundo conocimiento de la psicología humana. Los griegos filosofaron acerca de la forma de conducir a las sociedades. Los egipcios sabían que la guía de una persona era imprescindible para crear una identidad. En el miso Popol Vuh se habla de la sabiduría y fortaleza que se requería para guiar a los pueblos, y es ahí donde se resalta la importancia de mantener una conexión espiritual con el entorno. Pero bien a bien, la etimología de la palabra liderazgo se puede relacionar con el término “leader”, del inglés, relacionado con la palabra “laed”: camino, y del verbo “laeden”: viajar y guiar. Y con la palabra “lid”, de origen latino: “lis-litis”, que significa disputa, querella o proceso. Sin embargo, definir a un líder como aquel que guía en el camino y resuelve sobre una querella o interviene para guiar en un proceso es apenas el comienzo para entender el liderazgo en un contexto global, empresarial y capitalista.
Por su parte, las teorías acerca del liderazgo se centran en la naturaleza, en las conductas, el desempeño o las situaciones, y podríamos definirlas como sigue: teoría del gran hombre, teoría de los rasgos, teoría de la contingencia, teoría de las situaciones y teorías transaccionales. Si bien, cada una de ellas tiene una concepción especial sobre el liderazgo, tenemos en general que éste se refiere a la dirección, es decir, “el camino o rumbo que un cuerpo sigue en su movimiento” (RAE).
Siguiendo esta lógica, la teoría del gran hombre indica que un líder es innato, sus características le vienen de nacimiento; un líder nace, no se hace. En esta misma dirección va la teoría de los rasgos, que se enfoca en aquellas cualidades del líder, como la confianza en sí, el carisma, la persistencia, la capacidad de ser influyente y su inteligencia. No obstante, estas visiones han sido criticadas en la actualidad, a favor de perspectivas más constructivas, donde participan el contexto y el aprendizaje.
Cuando hablamos de la teoría de la contingencia, estamos refiriéndonos a líderes que se encuentran en ciertas situaciones, donde participan los seguidores, es decir, hay interacción entre líder, seguidor y entorno. A diferencia de esta teoría, donde se visualiza cómo el líder se enfrenta a ciertas situaciones en busca de una efectividad de equipo, en la teoría situacional se adapta el estilo de liderazgo a la situación misma y al estado de desarrollo del equipo.
En un contexto actual, donde el entorno es además virtual, tomar en cuenta la situación en la que se desenvuelve un líder es de crucial importancia, por ello, recientemente ha tomado relevancia este último estilo de liderazgo: situacional.
Liderazgo situacional
Un liderazgo de este tipo se considera una herramienta muy adecuada al contexto contemporáneo, pues su premisa principal es que no hay un estilo de liderazgo único, por el contrario, se debe ajustar la visión del líder a las características, necesidades y competencias de su equipo y la naturaleza del entorno, para con ello hacer frente a los cambios constantes del contexto.
El liderazgo situacional tiene un proceso: diagnóstico, determinar enfoque de liderazgo con base en compromiso, competencias y habilidades de los miembros del equipo; adaptación, ser flexible con base en las circunstancias; desarrollo, retroalimentación constructiva, escucha activa, estrategia y comunicación eficaz; y resultados, establecer metas claras, determinar la motivación, evaluar el progreso y la satisfacción laboral. De ahí que sus ventajas sean la versatilidad, es decir, la capacidad de adaptarse a cualquier modalidad de trabajo, sea híbrida, a distancia o presencial, además, construye un clima laboral afable, con un grupo más unido y un líder aliando al coaching, caracterizado por su flexibilidad.
Ser flexible no significa ser laxo o cambiante, sino tener la habilidad de ejercer un liderazgo según la situación. Entre los tipos de liderazgo que se pueden llevar a cabo se tienen los siguientes:
Estilo directivo: la autoridad del líder es central, y enfoca los esfuerzos del grupo a la realización de las tareas con indicaciones claras, sencillas y contundentes. Se valora el talento de los miembros del equipo y se enfoca en potenciarlo en cada uno de ellos. Este estilo resulta efectivo con grupos donde se tiene una experiencia mínima, para alcanzar resultados urgentes y decisiones eficaces.
Estilo supervisor: instrucciones claras y motivación son un binomio enfocado en equipos de bajo rendimiento o cuando se requiere desarrollar las competencias de los miembros del equipo para la toma de responsabilidades nuevas. Es una combinación entre el estilo directivo con dosis de apoyo.
Estilo orientativo: es fundamental una guía que dé confianza y motivación, permite la toma de decisiones activa de los miembros del equipo. Con este fin, el líder sabe transmitir el impacto que la labor de cada miembro tiene en la consecución de las metas e impulsa su desarrollo. Es útil cuando se tienen grupos con experiencia y autonomía.
Estilo delegador: el líder se enfoca en las tareas estratégicas, se utiliza con grupos de alto desempeño, con gran madurez, con miembros que pueden trabajar sin supervisión constante y cuando el líder se ausenta. Impulsa el desarrollo profesional y crea un gran sentido del valor.
Finalmente, es crucial recordar que no es lo mismo ser jefe que líder. Un líder fomenta el trabajo en equipo, no solo asigna funciones. Un líder tiene una retroalimentación constante y una alta motivación, no solo administra con poca interacción. Un líder tiene una visión a largo plazo y un enfoque creativo, no solo resuelve problemas y mantiene el control. Un líder no es un jefe, porque un líder “crea cultura organizacional”.
Referencias
Giraldo-González, D, y Naranjo-Agudelo, J. (2014). Desarrollo del concepto, evolución y tendencias. Bogotá: Universidad del Rosario. https://repository.urosario.edu.co/server/api/core/bitstreams/026c3f15-af0c-4622-a0c0-deadb05741fa/content
Jiménez-López, A. F. (2020). Liderazgo, sus estilos y modelos de medición en la última década. Revista Humanismo, 8(1), 81-98.
RAE. (s.f). Diccionario de la lengua española. https://dle.rae.es/direcci%C3%B3n?m=form
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